
4. El Voto en Blanco tiene capacidad jurídica propia, No es nulo, blanco vale. -No coma cuento-
Guadalajara de Buga septiembre y octubre de 2011
-Voto en Blanco en 10 Puntos-
Segunda Parte
Ya hace algún tiempo que con nuestras cartas públicas estamos proponiendo el remedio más efectivo y pacifico contra los abusos y las malas costumbres de los políticos. Es el voto de opinión. El voto libre y bien pensado, con él se le puede retirar el poder a quienes lo degradan, se puede destituir públicamente a quienes traicionan la confianza del pueblo.
La democracia tiene la cura para estas enfermedades. Sólo tenemos que aprender a usarla. No es tan difícil. Basta con identificar nuestras aspiraciones y necesidades, nuestras coincidencias ideológicas. Y nuestras diferencias para que limpiándolas de sectarismos enmohecidos las podamos incorporar al manejo político del país.
Basta con que identifiquemos a nuestros enemigos comunes.
El clientelismo es el que nos ocupa.
Básicamente es una industria de “rebusque”, una industria “underground”, de que en sus comienzos sólo se tuvo noticias por algún alarmista antecesor del Dr. Jorge García Hurtado.
No nos llegó por generación espontánea. Como otras actividades ilícitas, tuvo su primer asiento en necesidades sentidas.
Ocurre que los estadistas del Frente Nacional se contentaron con lograr la paz entre godos y cachiporros y se dedicaron a festejarla. Les salió una fiesta larga. De casi cuarenta años.
No se preocuparon por construir las estructuras legales y administrativas que se necesitaban para darle entrada digna a la creciente fuerza laboral que estaban entregando las universidades. No les interesó incorporar los nuevos profesionales al progreso orgánico de la nación. No vieron el país educado más allá del círculo de sus amigos y parientes. Colocados ellos, ¡los demás que se jodan!
El clientelismo tiene la edad del Frente Nacional. Cualquier coincidencia no es mera casualidad. Y si las puertas del trabajo formal se encuentran cerradas, las del informal siempre han estado abiertas. Todas las actividades informales están fuera de la ley. El clientelismo, la guerrilla y el narcotráfico son las de más alto rendimiento monetario. ¿De qué nos extrañamos ahora?
Claro que a la delincuencia de alta productividad no se le arriman únicamente los necesitados, eso se sabe. Pero sí es necesario considerar las bases de injusticia y de mal gobierno que alimentan estos fermentos sociales si queremos ponerles término.
Los compromisos que los políticos tienen con sus patrocinadores les hacen imposible cumplirle al pueblo que los eligió.
HOV 1861 09 09 2011. Reedición de la original HOV 1997
Guadalajara de Buga 09 Agosto de 2011
LA ESTRUCTURA DEL CLIENTELISMO
Primera Parte
En Colombia llamamos clientelismo la entrega o negociación de los bienes públicos y el otorgamiento de exclusivismos y privilegios a particulares a través del poder político. Los que reciben los beneficios se llaman “clientes”. Los que lo otorgan, políticos corruptos. Es una de las actividades delincuenciales de más alta rentabilidad en Colombia, “merito” que comparten con el narcotráfico y la narco-guerrilla y el paramilitarismo. La más cobarde de todas, por solapada, es el clientelismo.
Es un delito que los políticos cometen contra el mismo pueblo que los endiosó. A la sombra y con el apoyo del poder que les entregaron. Es lo que le confiere su carácter alevoso.
En su cumplimiento, el político pone a marchar al revés cualquier disposición, decreto, Ley o acuerdo que se halla hecho en el país para proteger la honra y bienes de los ciudadanos y entra sin ninguna consideración ni escrúpulo no solo en el tesoro público sino en cualquier posesión, derecho o disfrute personal o colectivo de las gentes que nos agrupamos bajo el cielo patrio.
En manos corrompidas, el poder del estado es omnímodo y brutal.
Es ingrediente clave en el coctel de bandidaje que ha convertido a Colombia en un país paria, en una nación de leprosos.
Los colombianos no somos menos que ninguno de los pueblos que nos acompañan en la tierra, ¡no faltaba más!
Esas dudas que el delito ha sembrado sobre nuestra calidad étnica las estamos superando poco a poco gracias a los esfuerzos de Gabriel García Márquez, de los científicos Patarroyo y Llinás. Con Cesar Rincón y Lucho herrera, con Faustino Asprilla y la Selección Colombia del 5-0 que sabemos, con María Isabel Urrutia, con Luz Marina Zuluaga y nuestras virreinas universales de la belleza, y con otros como ellos o parecidos.
La cosa no es por ese lado.
Lo que pasa es que con el invento del clientelismo político se le abrió un camino muy amplio al delito. La posibilidad de hacerse rico con poco o ningún riesgo es demasiado atrayente para cualquiera.
Al principio se hizo con algún recato, pero la vista gorda que hicieron los mecanismos de control allanó el camino. Se oyeron algunas protestas débiles, que no salieron de los pasillos del poder. Y pasó rápidamente los niveles del delito mal investigado para ubicarse insolentemente en los de la imposición agresiva y del robo descarado.
Allí hay que pararlo, porque llegó demasiado lejos.
HOV 1860 07 09 2011. Reedición de la original HOV 886 07 07 1997
Guadalajara de Buga 07 Agosto de 2011
Señores
CLASE EMPRESARIAL
L.C
Asunto: Carta Abierta
Señor Empresario, Señor Gerente,
Permítame que me tome unos minutos de su programado tiempo para contarle que se aproximan las elecciones –en octubre las de alcaldías, concejos, gobernadores y asambleas y en marzo las de presidente y congreso-.
Puedo imaginarme su expresión de desagrado y el pensamiento inmediato: “si hubiera sabido no abro esta carta…” pero tranquilo, que no le estoy incluyendo las recomendaciones de mi directorio para estos eventos ni una solicitud de dinero para la campaña.
Incluso, no tengo directorio. Al menos por ahora.
Lo mío es más bien una invitación que le hago a reflexionar sobre los problemas del país y de nuestra ciudad al abrigo de esta incipiente temporada electoral.
Aunque no queramos, nos toca oír lo que se dice de la situación colombiana: lo cuentan los noticieros de televisión, la radio, los periódicos. Y si cerráramos ojos y oídos para aislarnos de esa información, no los abrirían los asesinatos, los secuestros, las caídas de los puentes, las ollas podridas…
Que no son más que síntomas de un país enfermo.
Eso no tendría importancia si el país no fuera el nuestro. El único que tenemos usted y yo. El que compartimos con treinta y seis millones más de colombianos.
Lo invito porque me consta de primera mano que la clase productiva colombiana, con poquísimas excepciones, por fuera de su importante gestión laboral se limita a comprar lo necesario para su comodidad y disfrute. Muy merecido, por demás. Y cuando llega la época de elecciones simplemente se asoma a las vitrinas políticas “a ver que están ofreciendo”. O consulta displicentemente el catálogo que los políticos amigos le hacen llegar.
Depositado el voto, quedan convencidos de que le han cumplido al país y a la gente. Su base filosófica es simple: “si todos los políticos roban, ayudemos al que por lo menos es amigo nuestro”. Lo oigo con más frecuencia de la que quisiera a destacadas personas de nuestro mundo económico y social.
Hace años se llamaba “puñaladas” a los robos que los hijos del dueño de la tienda le hacían a la caja diaria. Cuando el tamaño y la frecuencia del ilícito empezaban a dificultar la renovación del surtido, el propietario tomaba medidas drásticas.
Las puñaladas que se le han dado al sector eléctrico las estamos pagando con unas tarifas que nos tienen a los de la clase media al borde de un ataque de nervios. Y de acreedores. Y poniéndole candado al televisor y andando con linterna en la casa para evitar el consumo suntuario.
Las de las obras públicas se ven en los puentes caídos y en las carreteras hundidas. Y en el atraso del crecimiento vial. La desatención a las necesidades básicas de pueblo se está pagando trágicamente en el monte. Y con el aumento pavoroso de la delincuencia urbana.
¿Necesitamos más para reaccionar?
La cosa no se soluciona simplemente “apoyando un ministro que piense en nosotros” o “un alcalde que entienda los problemas de los comerciantes”, etc., etc. Eso se ha hecho en incontables ocasiones sin que pase nada. Las soluciones a los problemas sociales y económicos son interdependientes. No se resuelven unas sin atender las otras.
Sin solución global no hay solución parcial.
Y no podemos seguirnos escondiendo en actitudes cómodas –si yo estoy bien, los demás que se jodan- porque las crisis económicas y sociales no hacen distingos y pueden desbaratar en plazos breves situaciones lucrativas largamente sostenidas.
Cuando el muchacho que muere en el monte a manos de la guerrilla o en la calle asesinado por delincuentes comunes resulta ser hijo o hermano nuestro, caemos en la cuenta de que las tragedias no le pasan solamente a los demás.
Por eso es que le pido que nos responsabilicemos de la política.
La clase media colombiana debiera ser el eje político de la nación pero no lo ejerce. Nuestros profesionales se limitan a esperar que el cacique les dé una oportunidad en su equipo. Por si misma nuestra clase educada ha sido incapaz de organizarse.
Cuando algunos hemos tratado de hacerlo nos ha derrotado el inmediatismo. El lucro a corto plazo por encima de la solución fundamental.
Y a nuestro pueblo raso, el de la inmensa mayoría que pone los votos, la pobreza no los deja pensar. Ya están acostumbrados a que de las elecciones solo les queda uno que otro paseo en chiva y algunos metros de manguera. Si es un líder barrial, también un tamal y una caneca de aguardiente.
Y promesas. Toneladas de promesas.
El clientelismo político es una intermediación muy cara, que rebaja en forma asombrosa la capacidad de desarrollo del país, el mejoramiento económico de nuestra sociedad.
Y no es que se lleven todo, sino que nos dejan un tercio. En ocasiones afortunadas, la mitad.
Y el daño que hacen a la ciudad, al país, no está solo en las comisiones, sino también en la ineficiencia del producto oficial –obra construida o gestión administrativa- que por raro que parezca, no es voluntaria sino esencial, inherente al sistema, lógica y obligatoria. Veamos:
La obligación de usar fichas políticas descarta la selección por concurso –los que se hacen son simples comedias- siempre. Y la calidad de las obras es una resultante de esa incompetencia obligada y del encarecimiento por sobrecostos clientelistas. Look at Chingaza. Así de simple.
Sin embargo, todo ese panorama de corrupción que marchita la vida colombiana no es culpa solamente de los políticos. Sin la colaboración nuestra, sin la ayuda que les damos quienes ponemos los votos, sin la colaboración de quienes mantenemos el país andando mientras ellos se lo roban, no podrían hacer nada.
Sí todo fuera únicamente culpa de los políticos, tendríamos que aceptarnos a nosotros mismos como un pueblo ingenuo, bobalicón, que no se puede defender de una pandilla de avispados y facinerosos. Tendríamos que aceptar que también somos una generación sin grandeza.
Yo sé que no somos tontos. Todos no, por lo menos. Hemos sido negligentes demasiado tiempo, eso sí.
Los políticos no van a cambiar por sí mismos. ¿Para qué, sí les está yendo bien? Hay que destituirlos. Hay que quitarles el apoyo electoral.
Ellos se han organizado para explotarnos. Organicémonos para defendernos. Para eso es que les escribo esta carta.
De ustedes atentamente,
Hernán Ordóñez Valverde