
Segunda Parte
Ya hace algún tiempo que con nuestras cartas públicas estamos proponiendo el remedio más efectivo y pacifico contra los abusos y las malas costumbres de los políticos. Es el voto de opinión. El voto libre y bien pensado, con él se le puede retirar el poder a quienes lo degradan, se puede destituir públicamente a quienes traicionan la confianza del pueblo.
La democracia tiene la cura para estas enfermedades. Sólo tenemos que aprender a usarla. No es tan difícil. Basta con identificar nuestras aspiraciones y necesidades, nuestras coincidencias ideológicas. Y nuestras diferencias para que limpiándolas de sectarismos enmohecidos las podamos incorporar al manejo político del país.
Basta con que identifiquemos a nuestros enemigos comunes.
El clientelismo es el que nos ocupa.
Básicamente es una industria de “rebusque”, una industria “underground”, de que en sus comienzos sólo se tuvo noticias por algún alarmista antecesor del Dr. Jorge García Hurtado.
No nos llegó por generación espontánea. Como otras actividades ilícitas, tuvo su primer asiento en necesidades sentidas.
Ocurre que los estadistas del Frente Nacional se contentaron con lograr la paz entre godos y cachiporros y se dedicaron a festejarla. Les salió una fiesta larga. De casi cuarenta años.
No se preocuparon por construir las estructuras legales y administrativas que se necesitaban para darle entrada digna a la creciente fuerza laboral que estaban entregando las universidades. No les interesó incorporar los nuevos profesionales al progreso orgánico de la nación. No vieron el país educado más allá del círculo de sus amigos y parientes. Colocados ellos, ¡los demás que se jodan!
El clientelismo tiene la edad del Frente Nacional. Cualquier coincidencia no es mera casualidad. Y si las puertas del trabajo formal se encuentran cerradas, las del informal siempre han estado abiertas. Todas las actividades informales están fuera de la ley. El clientelismo, la guerrilla y el narcotráfico son las de más alto rendimiento monetario. ¿De qué nos extrañamos ahora?
Claro que a la delincuencia de alta productividad no se le arriman únicamente los necesitados, eso se sabe. Pero sí es necesario considerar las bases de injusticia y de mal gobierno que alimentan estos fermentos sociales si queremos ponerles término.
Los compromisos que los políticos tienen con sus patrocinadores les hacen imposible cumplirle al pueblo que los eligió.
Esta es la Segunda Parte de la Estructura del Clientelismo, luego continuaré con más...
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