miércoles, 7 de septiembre de 2011

Carta a la Clase Empresarial de Buga. Julio 07 de 1997

HOV 1860 07 09 2011. Reedición de la original HOV 886 07 07 1997

Guadalajara de Buga 07 Agosto de 2011

Señores

CLASE EMPRESARIAL

L.C

Asunto: Carta Abierta

Señor Empresario, Señor Gerente,

Permítame que me tome unos minutos de su programado tiempo para contarle que se aproximan las elecciones –en octubre las de alcaldías, concejos, gobernadores y asambleas y en marzo las de presidente y congreso-.

Puedo imaginarme su expresión de desagrado y el pensamiento inmediato: “si hubiera sabido no abro esta carta…” pero tranquilo, que no le estoy incluyendo las recomendaciones de mi directorio para estos eventos ni una solicitud de dinero para la campaña.

Incluso, no tengo directorio. Al menos por ahora.

Lo mío es más bien una invitación que le hago a reflexionar sobre los problemas del país y de nuestra ciudad al abrigo de esta incipiente temporada electoral.

Aunque no queramos, nos toca oír lo que se dice de la situación colombiana: lo cuentan los noticieros de televisión, la radio, los periódicos. Y si cerráramos ojos y oídos para aislarnos de esa información, no los abrirían los asesinatos, los secuestros, las caídas de los puentes, las ollas podridas…

Que no son más que síntomas de un país enfermo.

Eso no tendría importancia si el país no fuera el nuestro. El único que tenemos usted y yo. El que compartimos con treinta y seis millones más de colombianos.

Lo invito porque me consta de primera mano que la clase productiva colombiana, con poquísimas excepciones, por fuera de su importante gestión laboral se limita a comprar lo necesario para su comodidad y disfrute. Muy merecido, por demás. Y cuando llega la época de elecciones simplemente se asoma a las vitrinas políticas “a ver que están ofreciendo”. O consulta displicentemente el catálogo que los políticos amigos le hacen llegar.

Depositado el voto, quedan convencidos de que le han cumplido al país y a la gente. Su base filosófica es simple: “si todos los políticos roban, ayudemos al que por lo menos es amigo nuestro”. Lo oigo con más frecuencia de la que quisiera a destacadas personas de nuestro mundo económico y social.

Hace años se llamaba “puñaladas” a los robos que los hijos del dueño de la tienda le hacían a la caja diaria. Cuando el tamaño y la frecuencia del ilícito empezaban a dificultar la renovación del surtido, el propietario tomaba medidas drásticas.

Las puñaladas que se le han dado al sector eléctrico las estamos pagando con unas tarifas que nos tienen a los de la clase media al borde de un ataque de nervios. Y de acreedores. Y poniéndole candado al televisor y andando con linterna en la casa para evitar el consumo suntuario.

Las de las obras públicas se ven en los puentes caídos y en las carreteras hundidas. Y en el atraso del crecimiento vial. La desatención a las necesidades básicas de pueblo se está pagando trágicamente en el monte. Y con el aumento pavoroso de la delincuencia urbana.

¿Necesitamos más para reaccionar?

La cosa no se soluciona simplemente “apoyando un ministro que piense en nosotros” o “un alcalde que entienda los problemas de los comerciantes”, etc., etc. Eso se ha hecho en incontables ocasiones sin que pase nada. Las soluciones a los problemas sociales y económicos son interdependientes. No se resuelven unas sin atender las otras.

Sin solución global no hay solución parcial.

Y no podemos seguirnos escondiendo en actitudes cómodas –si yo estoy bien, los demás que se jodan- porque las crisis económicas y sociales no hacen distingos y pueden desbaratar en plazos breves situaciones lucrativas largamente sostenidas.

Cuando el muchacho que muere en el monte a manos de la guerrilla o en la calle asesinado por delincuentes comunes resulta ser hijo o hermano nuestro, caemos en la cuenta de que las tragedias no le pasan solamente a los demás.

Por eso es que le pido que nos responsabilicemos de la política.

La clase media colombiana debiera ser el eje político de la nación pero no lo ejerce. Nuestros profesionales se limitan a esperar que el cacique les dé una oportunidad en su equipo. Por si misma nuestra clase educada ha sido incapaz de organizarse.

Cuando algunos hemos tratado de hacerlo nos ha derrotado el inmediatismo. El lucro a corto plazo por encima de la solución fundamental.

Y a nuestro pueblo raso, el de la inmensa mayoría que pone los votos, la pobreza no los deja pensar. Ya están acostumbrados a que de las elecciones solo les queda uno que otro paseo en chiva y algunos metros de manguera. Si es un líder barrial, también un tamal y una caneca de aguardiente.

Y promesas. Toneladas de promesas.

El clientelismo político es una intermediación muy cara, que rebaja en forma asombrosa la capacidad de desarrollo del país, el mejoramiento económico de nuestra sociedad.

Y no es que se lleven todo, sino que nos dejan un tercio. En ocasiones afortunadas, la mitad.

Y el daño que hacen a la ciudad, al país, no está solo en las comisiones, sino también en la ineficiencia del producto oficial –obra construida o gestión administrativa- que por raro que parezca, no es voluntaria sino esencial, inherente al sistema, lógica y obligatoria. Veamos:

La obligación de usar fichas políticas descarta la selección por concurso –los que se hacen son simples comedias- siempre. Y la calidad de las obras es una resultante de esa incompetencia obligada y del encarecimiento por sobrecostos clientelistas. Look at Chingaza. Así de simple.

Sin embargo, todo ese panorama de corrupción que marchita la vida colombiana no es culpa solamente de los políticos. Sin la colaboración nuestra, sin la ayuda que les damos quienes ponemos los votos, sin la colaboración de quienes mantenemos el país andando mientras ellos se lo roban, no podrían hacer nada.

Sí todo fuera únicamente culpa de los políticos, tendríamos que aceptarnos a nosotros mismos como un pueblo ingenuo, bobalicón, que no se puede defender de una pandilla de avispados y facinerosos. Tendríamos que aceptar que también somos una generación sin grandeza.

Yo sé que no somos tontos. Todos no, por lo menos. Hemos sido negligentes demasiado tiempo, eso sí.

Los políticos no van a cambiar por sí mismos. ¿Para qué, sí les está yendo bien? Hay que destituirlos. Hay que quitarles el apoyo electoral.

Ellos se han organizado para explotarnos. Organicémonos para defendernos. Para eso es que les escribo esta carta.

De ustedes atentamente,

Hernán Ordóñez Valverde

1 comentario:

  1. Esta Carta a Los Empresarios de Buga, fue redactada por mi padre (q.e.p.d) y Yo en julio de 1997. Para la hoja política -Voto Inteligente- que repartíamos en ese entonces.

    ResponderEliminar